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Una forma de expresar resiliencia la mostró el filósofo alemán Friedrich Nietzsche escribió muchos apotegmas lapidarios. Uno de ellos es el siguiente: “Lo que no te mata te hace más fuerte”.

La sabiduría popular expresa esto mismo de muchas maneras:

  • Herido, pero no vencido
  • No tires la toalla, porque siempre hay otra oportunidad
  • Cuando una puerta se cierra, se abren otras nuevas en dimensiones que están por explorarse”.
  • “La cometa se eleva más alto en contra del viento, no a su favor”.
  • “En medio de la adversidad reside la oportunidad”.
  • Sólo atravesando la noche se llega a la mañana.
  • Nada hay más admirable y heroico, que sacar valor del seno mismo de las desgracias, y revivir con cada golpe que debiera darnos muerte.

 El poeta latino Horacio expresó: “La adversidad tiene el don de despertar talentos, que en la comodidad hubieran permanecido dormidos”.

Sólo en la adversidad podemos medir nuestro verdadero potencial.

Esto lo probó Tomás Alva Edison, quien no se rindió ante los aparentes fracasos en su intento de descubrir la bombilla eléctrica: “No he fracasado. Sólo descubrí 999 maneras de cómo no hacer una bombilla”. Y más adelante dijo: “Una experiencia nunca es un fracaso, pues viene a demostrar algo”.

El término técnico de todo esto es resiliencia, palabra que viene de los lexemas latinos “re”, y significa volver atrás; “salire”: salir o saltar; el sufijo “nt”: agente; el sufijo “ia”: cualidad.  Literalmente quiere decir: cualidad del que vuelve a salir o a saltar, es decir, cualidad de enfrentar las adversidades y salir fortalecido de ellas; dar un salto cualitativo ante la adversidad.

El concepto apareció en la física y se aplica a la capacidad de los metales para resistir impactos y recuperar su estructura original sin deformarse. En medicina se usa para significar la capacidad de los huesos para crecer correctamente después de una fractura. En psicología, indica la capacidad del ser humano para superar acontecimientos que podrían suponer unas consecuencias desfavorables, reforzándose o transformándose. En ecología denomina la capacidad de los ecosistemas de recuperarse de los cambios severos, debidos a variables ecológicas: causas naturales (huracanes, granizadas, sequías, inundaciones, etc.), o a factores antropogénicos (incendios provocados, introducción de especies animales o vegetales no endémicas, contaminación ambiental, deforestación, etc.)

La resiliencia convierte las dificultades en oportunidades de crecimiento personal y grupal.

Prueba científica del aserto: “Lo que no te mata, te fortalece”

Un equipo de científicos, liderados por Yang Wang, han encontrado una relación causal entre el fracaso y el éxito futuro, demostrando la anterior afirmación de Nietzsche (aunque la frase original del filósofo alemán fue: Lo que no te mata te hiere de gravedad y te deja tan apaleado, que luego aceptas cualquier tipo de maltrato y te dices a ti mismo que eso te fortalece).

El equipo analizó los registros de otros científicos que, al inicio de sus carreras, solicitaron subvenciones de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) en los Estados Unidos entre 1990 y 2005. Los autores del estudio utilizaron los puntajes de evaluación de los NIH para separar a las personas en dos grupos: el primero de ellos formado por quienes tenían puntajes justo por debajo del umbral que recibió fondos, y el segundo por quienes estaban justo por encima de dicho umbral.

Después contaron la cantidad de estudios que publicó en promedio cada grupo durante los siguientes 10 años, y cuántos de ellos fueron importantes por la cantidad de veces que esos estudios fueron citados por otros.

El análisis reveló que las personas del grupo que estaban por debajo del umbral recibieron menos fondos, pero publicaron la misma cantidad de estudios y más artículos exitosos que las personas del otro grupo. En contra de las expectativas iniciales, el fracaso temprano en una carrera lleva a un mayor éxito a largo plazo a quienes lo intentan de nuevo.

La tasa de deserción aumenta en quienes fracasan tempranamente en sus carreras, pero quienes persisten se desempeñan mucho mejor a largo plazo.

“Hay valor en el fracaso”, concluye Wang.

Y como diría Adler, ¡Bendito complejo de inferioridad, que tantos genios nos has dado!

¿Nacemos con esta capacidad psicológica?

No, pero sí la podemos desarrollar, como ha demostrado la psicología evolutiva, ciencia que estudia el desarrollo y evolución de las cualidades humanas de carácter psicológico.

Recientemente, la psicología cognitiva y las neurociencias han demostrado que la capacidad del individuo para resistir y sobreponerse al dolor se fortalece en la medida en que es expuesto sistemáticamente a pequeñas dosis de adversidad. Han descubierto que la resiliencia se comporta como un músculo que crece y se desarrolla confrontando los eventos adversos de la vida cotidiana.

 Existen momentos en que nos sentimos agobiados por lo que ocurre y esto está sucediendo en la actual crisis provocada por el Coronavirus. En estos momentos podemos ejercitar el músculo de nuestra resiliencia para sobreponernos a las adversidades. Lo podemos hacer de muchas maneras, entre las cuales podemos citar:

Buscar los posibles beneficios de esta experiencia, en lugar de enfocarnos en los daños o perjuicios.

A través de las redes sociales podemos retroalimentarnos sobre:

  • Todas las cosas buenas que aún tenemos y que podemos seguir disfrutando, a pesar del evento.
  • Las ventajas o posibilidades positivas que nos ofrece la situación.
  • El tipo de valores que podemos reforzar (amor, comprensión, compasión, solidaridad, servicio, responsabilidad, etc.); las prioridades que podemos clarificar (anteponer nuestro desarrollo espiritual a cualquier otra cosa, revalorar la importancia de la comunicación entre los miembros de la familia, buscar el equilibrio entre el trabajo y la convivencia con la familia; resaltar la importancia de reconocer y agradecer las aportaciones que otros han hecho a nuestra vida mientras están vivos, y no después de muertos; valorar la importancia de la salud y de nuestra responsabilidad de cuidarla; etc.   

Fortalece tu ser aprovechando la adversidad

Cuando vivimos en situación de normalidad, tendemos a creer que viviremos para siempre en el vehículo físico que ahora tenemos, y nos dejamos llevar por la rutina teniendo una vida aparentemente feliz por la cantidad de “momentos de placer” que nos procuramos, pero en el fondo vivimos de manera insubstancial y sin dejar huella para la posteridad. Los toltecas, los mayas y prácticamente todas las culturas precolombinas de América, tenían a la muerte como consejera, sabedores de que en cualquier momento los podría alcanzar porque siempre estaba a su izquierda y al alcance de la mano. Así, no se aferraban a lo transitorio y consideraban que cada acto podría ser el último que tendrían oportunidad de representar, por lo que trataban de que fuera impecable. ¿Cómo sería tu actuar en este momento si supieras que es lo último que vas a hacer? 

El “miércoles de ceniza” en la tradición católica, el sacerdote pronuncia las palabras que muy pronto olvidamos: “Memento homo quia pulvis es, et in pulverem reverteris”: Recuerda, hombre, que polvo eres y al polvo has de volver. En realidad, lo que es polvo y en polvo se convertirá es nuestro vehículo físico y no nuestra esencia espiritual, que es eterna. Nuestra identificación con el vehículo es lo que nos hace temer a la muerte.

En estos momentos en que presenciamos la muerte de tantas personas en todo el mundo, es una buena oportunidad para dejar de identificarnos con el cuerpo físico, y contactar más a nuestro verdadero ser en las profundidades del silencio interior. Reserva unos momentos de cada día a realizar ese contacto íntimo con el Santo de los Santos que habita dentro de ti.  

Piensa en la vida como un proceso de constante aprendizaje.

Recuerda que, en cada vivencia personal, “positiva” o “negativa”, tienes la posibilidad descubrir y de aprender algo nuevo. Piensa que cada día te brinda una oportunidad de enriquecer tu vida y la de quienes te rodean, y así crecer y madurar hacia una vida más plena y satisfactoria. Esto lo puedes lograr “diciéndote a ti mismo algo como: “La situación es difícil, pero no es el fin del mundo”; “no hay mal que dure cien años”; “He sobrevivido a situaciones similares en el pasado y esto no me abatirá”; “Algo bueno saldrá de esta experiencia”; “La vida sigue, y mientras hay vida hay esperanza”. Reflexiona acerca de la experiencia y cómo podría enseñarte algo acerca de ti, de la vida, de las cosas que son más importantes.

  • Descubrir el sentido espiritual de la adversidad.

Sentido espiritual de la adversidad

Una frase budista sintetiza el mensaje de este apartado: “El dolor y el sufrimiento son nuestros maestros”. Desde un punto de vista psicológico y espiritual, el dolor, los retos, las adversidades, los obstáculos, pueden ser las mejores oportunidades para aprender, crecer y madurar emocional y espiritualmente.

Toma la experiencia que estás teniendo en torno a la pandemia del coronavirus o al confinamiento obligatorio para evitar contagios, o recuerda una experiencia difícil y dolorosa que hayas tenido anteriormente. Reflexiona un momento y pregúntate:

  • ¿Esta experiencia está teniendo o tuvo un impacto negativo en mi vida? ¿Está generando o produjo una experiencia dolorosa?
  • ¿Estoy aprendiendo o aprendí algo nuevo de mí mismo, de mi forma de pensar, de cuáles son mis valores, de cuáles son mis prioridades en la vida?
  • ¿Me estoy permitiendo aprender o aprendí algo acerca de mí mismo, de mi relación con las personas importantes de mi vida?
  • ¿Cómo está impactando esta experiencia o cómo afectó mis emociones y sentimientos?
  • Si te consideras una persona espiritual, pregúntate: ¿esta experiencia me está fortaleciendo o me fortaleció espiritualmente? 

El dolor es inevitable; el sufrimiento es opcional

Estudios recientes en psicología afirman que la exposición moderada al dolor inevitable de la vida nos hace más fuertes y resistentes psicológicamente.

Espiritualmente hablando, es preciso distinguir entre dolor y sufrimiento, y aclarar cuál es la causa del sufrimiento.

El dolor generalmente se refiere a una experiencia sensitiva desagradable, asociada a una lesión tisular real o potencial, como lo define la Organización Mundial de la Salud.

El sufrimiento es, según Cassell, “un estado de aflicción severa, asociado a acontecimientos que amenazan la integridad (mantenerse intacto) de una persona. El sufrimiento exige una conciencia de sí, involucra las emociones, tiene efectos en las relaciones personales, y tiene un impacto en el cuerpo”.

Como comprendió muy bien Buda, el dolor, la enfermedad y la muerte son parte de la existencia humana; y también descubrió que las únicas causas del sufrimiento son la aversión o resistencia (la no aceptación de lo que es o de lo que no es), y el apego. Sufrimos en presencia de lo que resistimos, y en ausencia de las cosas o personas a las que estamos apegados. 

Por eso afirmó: “El dolor es inevitable; el sufrimiento es opcional”.   

La resistencia, dice Mycal Powell, es resultado de una voluntad negativa, es decir, la voluntad de que un aspecto de la creación no sea como es, poniendo energía negativa para evitar que se exprese, o para intentar destruir eso que es “malo” y “no debe ser”.

El sufrimiento de tipo mental incluye la resistencia en la forma de invalidaciones, suposiciones, historias, juicios, opiniones, quejas, chismes, etc. El sufrimiento es resistencia al dolor y hace que éste persista y se agudice. De ahí la ley de que “La resistencia causa la persistencia de lo resistido”.

Toda resistencia es no aceptación o negación de amar a eso que se resiste. Como entienden los seres espiritualmente avanzados, lo único que existe es el amor, y negarse a aceptar y a experimentar algo, causa sufrimiento.

 Pregúntate a cuántas personas o acontecimientos estás resistiendo o estás apegado en tu vida, y habrás encontrado la verdadera causa de tu sufrimiento.

¿Estás resistiendo a la pandemia del coronavirus, o a la imposición de estar recluido en tu casa sin poder hacer lo que realmente quieres?

¿O simplemente aceptas las cosas como son o como no son, no por conformismo, sino por una comprensión más profunda de cómo funciona la vida?  Esto es lo que han hecho grandes sabios a través de la historia, como el paciente Job que, ante la adversidad de perder todo lo que tenía, simplemente exclamaba: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré a la tierra. El Señor me lo dio y el Señor me lo quitó: ¡bendito sea el nombre del Señor!”

El sabio Lao- Tsé nos recomienda:  “Ten paciencia. Espera a que el barro se asiente y el agua se aclare. Permanece quieto hasta que la acción correcta surja por sí sola.”

Y la acción correcta es la que nace del infinito potencial amoroso de nuestro verdadero ser.

Una vez caminaba Buda de una ciudad a otra con unos cuantos discípulos. En los primeros días de la caminata, pasaron por un lago. Pararon a descansar y Buda dijo a uno de sus discípulos que tenía sed.

–          “Tráeme agua de ese lago”

El discípulo no lo dudó y se dirigió al lago; cuando se aproximaba notó que había gente que estaba lavando ropa y también que justo en ese momento cruzaba por allí una carreta tirada por mulas y, como resultado, el agua se tornó turbia y fangosa.

El muchacho pensó:”

– ¿cómo voy a ofrecer esta agua para beber a mi maestro?”

Así que se volvió y le dijo a Buda:

–          “El agua está sucia y fangosa, no creo que sea bueno beberla”.

Después de media hora, Buda le dijo al mismo discípulo que volviera al lago y que le trajera agua para beber. El muchacho obediente volvió al lugar, y esta vez el agua estaba totalmente clara. El fango se había asentado y el agua parecía perfecta para beber. No se lo pensó y llenó su recipiente y se lo llevó al maestro.

Buda miró el agua y después al chico, y le dijo:

–          “¿Viste lo que hiciste para limpiar el agua?… dejaste pasar tiempo para que el fango se asentara, y así obtuviste esta agua limpia y pura… Tu mente funciona también así… Cuando todo está mezclado y nada es claro, deja pasar el tiempo… Un poco de tiempo volverá todo a la calma, y por sí mismo todo sucederá sin esfuerzo alguno”.

El dolor, ¿realmente nos hace más fuertes?

No es el dolor en sí mismo quien nos hace fuertes, sino la aceptación amorosa de lo que es como es y de lo que no es como no es, le guste o no a nuestro ego.

Ante las personas o situaciones que no te gustan y que resistes, pregúntate si quieres seguir sufriendo en tu vida. Es una elección que tú haces… y tienes la otra opción de aceptarlas tal y como son o como no son. En el primer caso, estás actuando desde tu ego y por ello sufres; en el segundo, actúas desde tu esencia amorosa, recuperas la paz interior y vives en armonía.

Vive la vida con gratitud

Hait y Kelner encontraron en una investigación que las personas que consistentemente expresan gratitud tienen un sentido de abundancia, son capaces de apreciar las cosas pequeñas de la vida y en general son más felices. También han encontrado que vivir una vida con gratitud hace a las personas más fuertes y resistentes ante las situaciones dolorosas y adversas de la vida.

Todos los días agradece al menos tres cosas, tanto positivas como negativas. Enfocarte en los eventos positivos de tu vida, por pequeños que sean, la enriquecerán y te harán más feliz; asimismo, esta práctica te ayudará a combatir la tendencia natural de ignorar, menospreciar o minimizar los detalles insignificantes que pasan en nuestras vidas.

Agradecer los eventos aparentemente negativos te fortalecerá, porque dejas de resistirlos y la energía que usabas para tratar de evitarlos la puedes usar en proyectos más positivos. Además, si lo negativo de tu vida te ayuda a crecer en paciencia, tolerancia, humildad y sabiduría… ¿realmente es algo negativo? Como dice un proverbio persa, “El viento de la adversidad no sopla jamás sobre el reino de la sabiduría”.

Como afirma un autor anónimo, “Cuando ayudes a alguien, hazlo dando gracias pues la vida te ha puesto en el lugar del que da y no en el lugar del que necesita la ayuda”.

Sintetizando, la siguiente gráfica muestra algunos de los logros obtenidos cuando nos hacemos más resilientes ante la adversidad.

  • Nos da más resistencia para absorber los golpes de la vida.
  •  Nos prepara para minimizar los daños y costos de las crisis que enfrentamos.
  •  Nos ayuda a recuperar nuestro estado anímico positivo anterior a la crisis.
  •  Nos da una mayor capacidad de adaptación y de respuesta a futuras situaciones de crisis.
  •  Desarrolla en nosotros una transformación interior profunda si sabemos aprovechar adecuadamente las adversidades.

Busca el sentido espiritual de tus experiencias.  Reflexiona acerca de cómo tus experiencias te podrían estar “preparando” psicológica y espiritualmente para vivir una vida más plena, madura y satisfactoria.

Cuando sientas que quieres tirar la toalla, que sea porque ya te secaste la frente para seguir luchando, como aconseja un autor desconocido. 

Tu fuerza no viene de tu capacidad corporal, sino de la voluntad de tu alma, sentencia Gandhi. 

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