Si queremos ayudar a sanar al mundo, necesitamos recordar que es un lugar sagrado. Nuestras acciones necesitan ser declaraciones positivas, recordatorios que aún en los peores momentos hay un mundo por el que vale la pena la lucha. Necesitamos encontrar maneras de mantener esta visión con vida, de reconocer pero no quedarnos atrapados en el lado obscuro, y recordar que aun los peores aspectos del sufrimiento son sólo una parte de un cuadro más grande. Necesitamos entrar ligeramente.

Entrar ligeramente no significa ignorar el sufrimiento sino tratarlo suavemente. No queremos ignorar el dolor de alguien más, pero deprimirnos o enojarnos no lo alivia y hasta puede incrementarlo. El delicado balance yace en permitirnos sentir el dolor completamente, estar triste, enojados, o dolidos por él, pero no ser tan pesados que no seamos capaces de actuar para aliviarlo. Es una cuestión de causa y efecto: para crear un mundo amoroso, pacífico, y de cuidado, necesitamos actuar amorosamente, en paz, y con cuidado.

Tal vez pensaras que es muy fácil decirlo al recordar, con un corazón pesado, con lágrimas y enojo, imágenes de niños muriendo de hambre, o ciudades destruidas por la guerra. Pero es exactamente en estos momentos, en la presencia del dolor, la injusticia, el horror que nuestro equilibrio es más necesitado. ¿Cómo podemos mantenerlo? La meditación ayuda, cantar y bailar ayuda, hablar con personas que respetamos ayuda, trabajar en tu propio dolor y emociones ayuda, servir y apoyar a otros ayuda, y simplemente estar en silencio con nosotros mismos puede ayudar.

Este es el trabajo continuo de la vida: aprender a confiar que el universo se desenvuelve tal como debe ser, no importa como lo vemos nosotros; aprender a apreciar que cada uno de nosotros tiene una parte de nutrir esta interconexión hasta que sane y sea completa en donde está rota; descubrir cuál es nuestra contribución individual al entregarnos completamente a ella. Tan demandante como eso suena, hablando en el sentido espiritual, eso es lo que todos nosotros estamos aquí para hacer. Y que la acción compasiva nos da todavía otra oportunidad más de vivirlo. Esta es la oportunidad de cooperar con el universo, de ser parte de lo que los Chinos llaman el gran río del Tao. Cuando nos entregamos completamente a convertirnos en quienes somos, al hacer lo que hacemos, experimentamos la ligereza, somos como un papalote en el viento, estamos en el lado de los ángeles, donde entramos ligeramente.

 

Extracto del libro: La Compasión en Acción: Creando el Camino del Servicio por Ram Dass y Mirabai Bush.  

Traducido por: Alline Powell