Un turista americano fue a El Cairo, con el único objetivo de visitar a un famoso sabio. El turista se sorprendió al ver que el sabio vivía en un cuarto muy simple y lleno de libros. Las únicas piezas de mobiliario eran una cama, una mesa y un banco.

– ¿Dónde están sus muebles? – preguntó el turista.

Y el sabio también preguntó: – ¿Y dónde están los suyos?

– ¿Los míos? – Se sorprendió el turista -¡Pero si yo estoy aquí solamente de paso!

– Yo también… – concluyó el sabio.

Esta corta historia nos enseña con mucha claridad la importancia del desapego, uno de los caminos principales para el desarrollo espiritual y la felicidad, sin embargo también es uno de los más dificultosos a seguir.

El desapego es la disciplina de renunciar al apego que tenemos a las cosas o personas. Esto no significa que renunciemos a nuestras metas o propósito, si no es una renuncia al interés en el resultado. Al quitar nuestro enfoque en el resultado, nos deshacemos del deseo que a menudo confundimos con necesidad y que nos lleva a buscar lograr metas que realmente no nos interesan. Al lograr el desapego, entramos en una experiencia de seguridad y confianza, y paradójicamente, es más fácil obtener lo que deseamos. El desapego se basa en la confianza en la vida y en sus posibilidades, mientras que el apego se basa en el miedo a la pérdida y en la inseguridad y desconfianza.

Cuando estamos en esa experiencia de inseguridad y desconfianza, nos apegamos a cosas, a relaciones, y a personas. Y entre más alimentamos el apego, también alimentamos el miedo a perder el objeto de nuestro afecto.  Esta inseguridad y miedo nos lleva a vivir una vida de ansiedad, miedo y preocupación.

Por ejemplo, se ha creado un apego, una adicción, a los celulares. Hay personas que no pueden estar tranquilas si no lo tienen en su mano o incluso sufren de alucinaciones auditivas cuando creen que el teléfono ha sonado, ya que siempre están al pendiente de la próxima llamada o mensaje. Si así es de poderoso el apego a un objeto material, cuando se transfiere este apego a las relaciones nos lleva a patrones de comportamiento negativos, y se termina ahogando y hostigando a la persona amada, eventualmente se daña la relación o hasta se rompe.

El apego es cuestión de inseguridad.

Cuando se ven las cosas materiales o las personas como la fuente de nuestra felicidad y tranquilidad, se puede ver la raíz: la inseguridad. La búsqueda por la seguridad, por la felicidad garantizada, es algo común en nuestra sociedad, y hay personas que la buscan toda su vida.

La muerte viene a terminar con todo esto. Cuando perdemos a un ser querido, la sensación de inseguridad se puede hacer más fuerte porque ahora falta aquello que le daba sentido a nuestras vidas. La muerte es la forma en que la vida nos recuerda de que todo es un ciclo, un proceso, y que nuestro trabajo espiritual es trabajar en honrar ese proceso, conocerlo, respetarlo, y aprender a vivir desde nuestra experiencia de aquí y ahora, en confianza en la vida, de apreciación, de gratitud, en vez desde una experiencia de miedo e inseguridad.

¿En cuál de estas dos experiencias crees que vas a ser más feliz?

La muerte y el desapego nos da la oportunidad de enfrentarnos a nuestro miedo más grande: el quedarnos solos. Nos guia a trabajar en nuestra inseguridad, en nuestro amor propio, en apreciar y vivir la vida aquí y ahora, en no postergar y dejar las cosas para después. Y también nos da la oportunidad de buscar el trabajo interno necesario para recrear la conexión a la vida que todos los seres espirituales buscamos: regresar al Amor.

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Categorías: Tanatologia

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